Sin dudas se trató de la noticia de mayor impacto en el mundo del polo durante el último fin de semana. Y es que Lucas Monteverde, una persona muy querida dentro del ambiente, ex 10 goles, 4 veces campeón del Abierto Argentino, volvió a taquear luego de más de un año totalmente alejado de las canchas por un extraño síntoma que lo afectó y mucho. Pero más allá de la cuestión deportiva, lo más importante es que el dolor que lo aquejaba, aquél que no lo dejaba dormir ni mucho menos caminar, quedó totalmente en el pasado. “Después de un año y un par de meses, volví a taquear sin dolor. Estoy contento, recuperándome de a poco; pensé que no llegaba más, pero llegó” fueron las palabras de Lucas apenas se bajó del caballo en el Al Habtoor Polo resort & Club, en Dubai, el pasado sábado.
Y cuenta: “La verdad es que empecé realmente a sentir un cambio hace 20 días. Antes, venía atrancado, sentía que no avanzaba, y hace 20 días empecé a curar. Y me siento bien. Empecé a montar la semana pasada, hoy debe haber sido la sexta vez que me subo a un caballo. Me subí, taqueé, pensé que me había olvidado, pero no me olvidé (risas)”.
Pero Lucas Monteverde sabe que a pesar de su favorable evolución, no es momento de apurarse sino de parar la bocha y tomar decisiones en frío, de seguir por el camino correcto. “Estoy borrado de todo calendario. Hace unos meses lo único que quería era poder dormir y caminar, así que ahora con haberme subido a un caballo y haber taqueado estoy chocho. Para 2018 no tengo ningún plan ni apuro de nada. Voy a dejar que el cuerpo me diga solo”, remarca el ¿ex? jugador de Alegría.
Lo que le ocurrió al de 25 de Mayo no fue una lesión sino algo mucho más grave e incluso algo muy poco frecuente y que se da en casos aislados. Con respecto a su diagnóstico y a la manera en que el mismo evolucionó, comenta: “Es una cosa muy rara, se llama condromatosis sinovial. El líquido sinovial como que se puso duro; es como una carne con arena, se empieza a calcificar el líquido y es muy difícil de diagnosticar porque no se ve en las imágenes. No es ni genético ni enfermedad ni nada; los pocos casos que hay se dan en deportistas con una articulación con mala biomecánica, que en mi caso es mi pata chueca, la izquierda, cuando se encuentra bajo mucho stress o golpes”.
Y prosigue: “Yo le venía dando y me venía doliendo. Mi última temporada argentina (2016) la jugué infiltrado y todos los partidos con Oxa B12. Y eso la explotó. No se sabe bien cuándo y cómo pasa, pero la articulación en un momento dice ‘basta’ y hay que limpiarla. Me hice una operación en febrero, una artroscopía, ahí descubrieron lo que era cuando hicieron la biopsia. Pensaron que con lo que me habían limpiado ya estaba. Arranqué rehabilitación y a los dos meses estaba mucho peor que antes y ahí termine en Estados Unidos. En la última operación me abrieron, me sacaron el fémur, me limpiaron todo, me lo volvieron a poner. La articulación está sana, por eso no la cambiaron, y ahora tengo el líquido limpio de nuevo. Tendría que andar bien y volver a jugar al polo. Tengo que recuperar fuerzas, pero por ahora sin ningún tipo de compromiso laboral”.
Por último, se sabe que el deportista, el ídolo, el que sale a jugar una final de Abierto ante un Palermo colmado, vuelve a ser una persona común al momento de llegar a su casa con su familia. Y que son ellos los que están siempre ahí, para festejar sus triunfos y para acompañarlo en sus derrotas. Por eso, no se olvida de los que lo acompañaron y lo contuvieron en este proceso que desde dentro fue mucho más largo que desde afuera. “Primero y principal, quiero agradecerle a mi familia, que me tenían adentro de casa, y que son los que realmente saben lo que pasé durante esos meses o ese año, a los chicos y a Loli, mi mujer. No me quiero olvidar de nadie porque fueron varios los que me bancaron: los médicos, Maxi mi entrenador, hay varios”.
Fotos por Chino Etcheverry