“Estás montando tu hermoso caballo Appaloosa. Es un lindo día de primavera. Vamos cabalgando por el bosque. Las campanillas están todas en flor y el cielo es azul claro”.
Estas fueron las últimas palabras que el legendario Beatle Paul McCartney le dijo a su esposa, Linda Eastman, pocos minutos antes de morir, el 17 de abril de 1998. Linda había sido diagnosticada con cáncer de mama en 1995; logró superarlo, pero una inesperada metástasis la condujo al desenlace fatal y al fin de un matrimonio inquebrantable, que duró 29 años. Paul estuvo siempre a su lado; y, junto a Linda, Paul abrazó la gran pasión de su esposa: los caballos.
Linda Louise Eastman habría cumplido hoy viernes 24 de septiembre de 2021, 80 años: nació el 24 de septiembre de 1941 en Scarsdale, New York, Estados Unidos. En 1962, con tan sólo 21 años, ya se había casado con John Melville See. Tuvieron una hija, Heather, mientras Linda comenzaba su carrera como fotógrafa, que la iba a llevar a Inglaterra para capturar imágenes de las grandes estrellas de rock del momento. Tras divorciarse de See, en mayo de 1967 Linda es convocada para fotografiar el concierto Georgie Frame, en el club Bag O’Nails, en Londres. Allí conoce al entonces soltero más codiciado del mundo: el bajista de Los Beatles, Paul McCartney, a quien vuelve a ver unos días después, en la casa del manager de la banda, Brian Epstein, durante la presentación del nuevo álbum del cuarteto de Liverpool, “Sgt, Pepper’s Lonely Hearts Club Band”.
Cumplida la tarea, vuelve a New York, donde se reencuentra con Paul en otro evento, hasta que finalmente formalizan la relación en Londres. Más allá de la atracción física, Paul afirma que lo que lo enamoró de Linda fue su “actitud mental rebelde, no le gusta socializar demasiado, y a ambos nos gusta la naturaleza. Es un espíritu libre, una artista”. Heather, la pequeña hija de Linda, fue otro fuerte punto de conexión entre ambos. Paul y Linda se casaron en una sencilla ceremonia, en Londres, el 12 de marzo de 1969. Tuvieron tres hijos: Mary, Stella y James; Heather, la hija de Linda, fue adoptada por Paul como propia. Tras la ruptura oficial de Los Beatles, en abril de 1970, Paul se refugió con Linda, Heather y la recién nacida Mary, en Escocia, en una granja en la que había numerosos caballos, como en su otra finca en Sussex. Solían cabalgar juntos en el encantador countryside de Inglaterra.
Pero, a pesar de haber pasado gran parte de su vida a caballo, Linda nunca había tenido los suyos propios hasta que recién pudo adquirir uno en Inglaterra. De todas formas, siempre se arreglaba con sus amigos para conseguir caballos, aprender a montar y, posteriormente, en su adolescencia, se destacó por su talento ecuestre, ganando premios en numerosas competencias. El problema es que su familia no aprobaba el asunto, y su padre, Lee Eastman, se negaba a comprarle caballos. El mismo Paul McCartney lo recordó en una entrevista, en 2002: “Cuando Linda era una niña, los padres de sus amigos les compraban caballos; cada mañana de Navidad, ella solía mirar la ventana de su cuarto, rogando que hubiera un caballo con sus riendas que la estuviera esperando. Nunca lo encontró, su padre nunca iba a hacerlo. Cuando nos casamos, me contó todas estas historias, y pensé: ‘Bueno, voy a ser el primero en comprarle un caballo’. Ella en ese entonces tenía uno, que se llamaba Cinnamon, y le encantaba, pero cuando vio a Lucky Spot, se volvió loca con él”.
La raza favorita de Linda era la Appaloosa; montaba un padrillo que criaba según las reglas del Appaloosa Horse Club, una asociación fundada en Idaho, Estados Unidos, en 1938. Los Appaloosa son conocidos por su pelaje llamado “pecoso” o “appaloosa”, que le da el nombre a la raza del caballo. De hecho, hay otras razas de caballos con el pelaje appaloosa, en algunos casos como color exclusivo, como pelaje ocasional o frecuente junto a otros colores. Su origen se remonta a los caballos primitivos de pinturas rupestres de más de 20.000 años. Posteriormente, se vieron en Persia, China, y más tarde llegaron a Europa y Estados Unidos. Con la aparición del Appaloosa Horse Club, se mejoró la raza a través de cruza de caballos cuarto de milla, pura sangre y árabe, siendo hoy la raza que ocupa el tercer puesto entre los favoritos. El caballo appaloosa, además de colorido, es noble, inteligente y versátil.
Lo cierto es que Paul, que nunca se había interesado por lo ecuestre – excepto en alguna ocasional sesión fotográfica o videos de Los Beatles – aprendió a andar a caballo y a amar a estos animales, gracias no sólo a la vida campestre que comenzó a llevar tras la ruptura de la banda, sino fundamentalmente a la influencia de la carismática Linda, una mujer que además de ser estrictamente vegetariana, adoraba la naturaleza y era una acérrima defensora de los derechos de los animales, dedicándole tiempo especial a los caballos que tanto amaba y que compartió con Paul y también con dos de sus hijas, Mary y Stella. Mary, fotógrafa como su madre, ha realizado exhibiciones dedicadas a los caballos, y Stella, una de las más reconocidas diseñadoras de moda del mundo, presentó hace ya varios años una colección completa de ropa realizadas en telas estampadas con figuras de caballos.
En octubre de 1998, unos meses después de su muerte, se editó un álbum póstumo de Linda, llamado “Wide Prairie”, que incluye una canción dedicada a sus caballos llamada, como no podía ser de otra forma, “Appaloosa”. Por su parte, los caballos también están en la música de Paul. En 2011, lanzó una versión remasterizada de su álbum de 1980, “McCartney II”, y en el que se encuentra el tema “All You Horse Riders”, que incluye algunas expresiones ecuestres.
Además, y aunque nunca se haya animado a taquear, hay una relación de Paul con el polo; porque aún sigue fresco el recuerdo de la última visita de Paul a la Argentina (la cuarta), cuando dio un imponente concierto nada menos que en el Campo Argentino de Polo, en Palermo, en marzo de 2019. La Catedral lo impactó de tal manera, que en su web oficial, y en el resumen de lo que fue su gira sudamericana tras su paso por Buenos Aires, dedicó un espacio exclusivamente para para definir al polo y a los caballos argentinos como los mejores del mundo, además de dedicar varias líneas a Palermo, describiéndolo como un lugar espectacular y uno de los mejores en los que tocó a lo largo de su larga y extraordinaria carrera.
Por eso, unos minutos antes de dejar este mundo, las últimas palabras de Paul para Linda estuvieron dedicadas a los caballos que ella amó durante toda su vida; esos caballos que ella disfrutó montando hasta un día antes de partir, ya que Paul había decidido no decirle a Linda que su enfermedad se había tornado irreversible. Una pasión que dejó como legado a su familia.