By Alejandra Ocampo
(Video al final de la nota)
En los años ‘50 se realizaron numerosas y exitosas películas ambientadas en la Antigua Roma, protagonizadas por grandes estrellas de la época. Como todos sabemos, por aquellos tiempos el caballo era el medio de transporte -y de batallas-, con lo cual, su rol en estos films era de suma importancia.
Una de estas películas fue “Ben Hur”, de 1959. Protagonizada por Charlton Heston, como Judá Ben Hur, considerada un tesoro cultural, y que ganó 11 Oscars, tiene una duración de más de 3 horas, y se proyectaba en dos partes; en la primera de ellas, la contrafigura de Ben Hur fue el tribuno romano Mesala (interpretado por Stephen Boyd) y, además, los caballos tuvieron un papel más que destacado, ya que fueron parte fundamental de una de las escenas más memorables de la historia del cine: la carrera de cuádrigas en el Coliseo.
Amigos desde la infancia, Ben Hur y Mesala se convierten en enemigos. A raíz de un incidente, Mesala condena a Ben Hur a remar de forma inhumana en las galeras. Al recuperar su libertad, Ben Hur conoce al Sheikh Ilderim, el orgulloso dueño de espléndidos caballos blancos. Era la temporada de competencias en el Coliseo, con lo cual Ilderim le propone a Ben Hur correr la carrera de cuádrigas con sus caballos blancos, enfrentando a los no menos espléndidos caballos negros de Mesala.
Tras un áspero reencuentro previo, ambos se miden con otros competidores en la arena del circo, donde Mesala no ahorró trampas para lograr imponerse a casi todos sus contrincantes, hasta quedar en un mano a mano dramático con Ben Hur. Finalmente, Mesala es despedido de su carro, para finalizar tendido sobre la arena, demolido por las patas de los caballos y las ruedas de los carros restantes. Ben Hur y sus caballos blancos salen victoriosos en la prueba.
La espléndida escena de la carrera de cuádrigas se filmó en los Estudios Cinecittá, en Roma, sobre una pista de 73.000 metros cuadrados, que simulaba la arena del circo romano y cuyo armado tomó un año de trabajo. La pista debía ser fuerte para soportar el peso de los carros y, a la vez, suficientemente suave para que los caballos no sufrieran daño alguno tras las miles de vueltas en las diferentes tomas. Además, se construyeron 18 carros romanos; la mitad de ellos fueron destinados a Charlton Heston y Stephen Boyd, quienes debieron someterse a un duro entrenamiento, ya que, con la excepción de un par de escenas muy peligrosas, ellos mismos realizaron todas sus tomas, sin extras. Heston, hábil y talentoso jinete, lo logró con más rapidez, mientras que a Boyd, que no contaba con experiencia con los caballos, le llevó más tiempo.
La coordinación de la carrera de cuádrigas estuvo a cargo de Yakima Cannutt, considerado el más grande especialista en doma y entrenamiento de caballos para las películas de Hollywood. Cannutt era obsesivo con la seguridad de los animales y desarrolló avanzadas técnicas de seguridad para filmación de escenas con caballos; de hecho, muchos de sus recursos se usan hasta el día de hoy. Tuvo una modesta carrera de actor, especialmente junto a su gran amigo, el legendario actor y fantástico jinete John Wayne, quien le enseñó a cabalgar. Pero, por sobre todo, Cannutt se destacó como entrenador de caballos para películas.
En 1958, Cannutt es convocado por el director -William Wyler- para planificar la famosa escena de la carrera de cuádrigas. Junto a su equipo, Yakima Cannutt seleccionó y domó con sus cuidadosas técnicas a los 72 caballos repartidos en las ocho cuádrigas, que iban a ser parte de la escena; además, tuvo a cargo el entrenamiento de Heston y Boyd.
Debido al intenso calor de Roma, los caballos daban ocho vueltas por día a la pista. Además, el refinado entrenamiento de los caballos organizado por Canutt, apuntaba a que los animales aprendieran a correr en grupo y a soportar los choques sin que salieran heridos o lastimados. De hecho, y si bien algunos de los actores, extras y dobles sufrieron algún que otro raspón, es de suma importancia remarcar que ningún caballo sufrió daño alguno en la peligrosa y espectacular escena, que aún hoy, a más de 60 años de su rodaje, pone la piel de gallina.
La filmación de la carrera de cuádrigas demandó cinco semanas; con el fin de seguir de cerca a los caballos, las cámaras fueron instaladas sobre autos italianos.
Los maravillosos caballos que se ven en la película eran de raza pura española y lipizzanos, llegados de la ex Yugoslavia y Sicilia. En total, se utilizaron unos 2.500 caballos en todo el film, que contaron con entrenadores, veterinarios, mozos de cuadra y cuidadores, mientras que al no conseguir un herrero en la zona, el trabajo fue confiado a un chico italiano de 18 años.
Los cuatro hermosos caballos blancos -todos ellos de pura raza española- que fueron confiados a Ben Hur, quien no oculta su admiración por la belleza y la mansedumbre de estos animales, tienen nombres de constelaciones de estrellas: Antares, Rigel, Altair y Aldebarán. Todos ellos son hijos de la espléndida yegua Mira.
Un detalle notable de la película es el enojo de Ilderim cuando alguno de sus “petiseros” intenta forzar, sin intención obviamente, a sus “preciosidades”, como llama a sus caballos; debían ser tratados como verdaderas joyas, que, por cierto. lo eran. Contrario a lo que sucedía en la época, Ilderim le enseña a Ben Hur su propio método de doma, con exquisito cuidado, y muy diferente a como se hacía hace 2000 años (sin látigo) y utilizando solamente sus manos.