By Alejandra Ocampo
Una de las civilizaciones más importantes de la historia de la humanidad fue el poderoso Imperio Romano, parte de un período que se extendió entre los años 27 AC y 476 DC, gobernado por Emperadores considerados dioses, aunque algunos de ellos eran verdaderos tiranos por su crueldad ilimitada. Entre los más famosos se encuentra Nerón, aquel que causó el incendio de Roma y que llevó a una despiadada persecución a los cristianos. Pero vamos a detenernos en uno en particular, en aquel a quien el reconocido historiador y biógrafo romano, Suetonio, llamó monstruo y considerado el peor de todos esos legendarios emperadores de la mítica Roma: Calígula.
Pero tampoco se trata de Calígula y de su corto período como Emperador (37 AC-41 AC), sino de un personaje que se convirtió en el centro de su vida, su caballo predilecto, Incitatus, el mismo que la leyenda afirma que en un acto demencial, Calígula lo convirtió en Cónsul de Roma. ¿Un caballo llegó a convertirse en Cónsul de Roma? Si bien hay algunas dudas al respecto, de lo que sí están seguros los historiadores es de la crueldad del Emperador, incluso hacia su familia. Y no es de extrañar que haya otorgado a su caballo favorito una de las posiciones más altas del Imperio Romano.
Incitatus, cuyo nombre significa “Impetuoso”, era un caballo de carreras de cuadrigas y, aparentemente, de origen hispano, algo que no sorprende, ya que en la Antigua Roma los caballos se importaban desde Hispania (hoy España) en grandes cantidades, alrededor de unos 10.000 por año. Los romanos preferían los caballos hispanos debido a su gran alzada y hermosas cabezas, pelaje suave y liso, su resistencia como caballos de viaje, valientes, veloces y decididos a la hora de salir al campo de batalla.
Si bien se desconoce en qué fecha se encontraron Calígula e Incitatus, solo se sabe que Calígula tuvo una adoración desmedida por el caballo, al punto de otorgarle 18 sirvientes para su cuidado personal, hacerle construir una caballeriza de mármol, un pesebre de marfil, una villa con jardines y un palacio con muebles para que recibiese a las personas que el desquiciado Emperador le mandaba como invitados.
El demente Emperador hablaba con su caballo, imaginando que el noble animal le respondía; también, solía llevar a Incitatus a comer en la misma mesa que su dueño. El caballo era alimentado con copos de avena mezclados con finas escamas de oro, tomaba el mejor vino en copas de oro y, entre otros, devoraba ratones, calamares, mejillones y pollo. Lo vestía con telas de color púrpura (el tinte más caro de la Antigua Roma) y lo adornaba con collares de perlas y piedras preciosas. Se dice que su pareja fue una yegua llamada Penélope y que fue elegida por el propio Calígula.
Al ser un caballo de carreras de cuadrigas, Incitatus participaba de las mismas. El Emperador dormía junto al caballo la noche anterior y decretaba silencio general bajo pena de muerte para que el caballo descansara apropiadamente. Incitatus ganaba todas las carreras, pero el día en que le tocó perder, enloquecido de furia, Calígula mandó a ejecutar al auriga, como se llamaba a los petiseros por aquellos tiempos, ordenando al verdugo que lo matase de forma lenta para asegurar el sufrimiento del desdichado condenado.
Suetonio es quien cuenta que Calígula nombró Cónsul a Incitatus, o al menos esas eran sus intenciones. El Cónsul en la Antigua Roma era el magistrado de más alto cargo, elegido de forma anual y gozaba de grandes poderes y privilegios. Así, Calígula, que detestaba a los Senadores por su actitud servil y pusilánime, decidió otorgar a Incitatus tal honor. “¿Por qué mi caballo, que es más inteligente y más noble que todos vosotros, no puede ser igual que vosotros?”, aseguran que dijo Calígula. Fue un claro desprecio del demente Emperador a las instituciones del Imperio. Otras fuentes aseguran que los Senadores no protestaron ante la locura del Emperador, sino que fue su gran oportunidad para complotar contra Calígula.
No se sabe cuándo murió Incitatus; sí, que, hastiados del tirano Calígula e instigados por los miembros del Senado, el “emperador loco de Roma” fue asesinado de 31 puñaladas por su propia guardia pretoriana el 24 de enero del año 41 AC. Con él, finalizó el poder que le había otorgado a su caballo, Incitatus, Cónsul de Roma.